domingo, 20 de febrero de 2011

EL RELATO QUE ME HIZO UNA AMIGA

MORBOSA CURIOSIDAD
15 Sep 2010 - 04:09:19

En algún momento llegué ahí. Era una página donde encontré relatos eróticos, algunos buenos, otros mejores. Llamó mi atención uno, relacionado con fetichismo por los pies. ¡Que raro me sonaba el que los pies pudieran ser la estrella principal en un acto sexual! Llevada por la curiosidad me dispuse a leer y la intención inicial dio paso a cierta excitación y morbo. El autor comentaba de su inclinación por los pies de una chica amiga suya y como buscaba oportunidad de cachondearse con ellos, sin decírselo por temor a lo que ella pudiera pensar, en algún momento pudo sentirlos en su miembro, provocándole una gran erección y aún cuando no eyaculó, su satisfacción había sido brutal.

Para entonces, y ante el escrito tan descriptivo, yo compartía totalmente el calor del autor y mi mano sentía la necesidad imperiosa de acariciar mi sexo, meter mi mano dentro de mi calzoncito y comenzar a mover mis dedos como tanto me gusta… sobrará decir que tuve un orgasmo de antología junto con el personaje cuando se frotaba la verga con los piecitos de su amiga. Esa fue la primera de muchas veces que leí el relato siempre terminando con un gran orgasmo. No pude resistirme, busqué el mail del adorador de pies para manifestarle todo lo que me despertaba, enviando junto con el correo mi mayor calentura.

Inició el contacto con correos que me causaban temor, ansiedad y una excitación sin límite. ¿Qué me imaginaba? Pues… que era todo, menos una persona tal cual. Si se ríen lo entenderé, pues eso pensaba. Con el tiempo empezó una gran amistad. Él vive en Puebla, yo en el D.F. y por medio del mensajero compartíamos vida, relatos y cachonderia que me ponían a mil… siempre vislumbré en él un amante totalmente imaginativo, el cual aún a distancia me provocaba el éxtasis total.

Eso no podía seguir así, me estaba consumiendo...

Llegó el día. Mi amante cibernético vendría a conocerme y según lo hablado, adoraría mis pies si así yo lo quería… ¿Qué se usa para una cita de esa naturaleza? Pues déjenme decirles que opté por unos jeans y una blusa rosa junto con unas sandalias de tiritas con tacón alto que permitían ver esos pies que tanto le atraían. Nos citamos en una estación del metro. Al verlo yo preguntaba donde se escondía ese ser lleno de morbo y lujuria. ¿Estaría acaso detrás de esos ojos dulces que me miraban a través de unos lentes discretos? ¿O detrás de esa sonrisa franca y toda inocencia?

Tras el saludo de rigor me invitó a tomar un café durante el cual seguimos charlando acerca de su vida, de la mía…nos reímos, bromeamos y poco a poco reconocí al hombre con quien había compartido desde hacia meses. Tras el café me invitó a caminar en un parque cercano. Seguimos en la charla, que ya tomó cauces eróticos. Él me decía lo rico que le resultaba acariciar un pie, poder meter su lengua entre cada dedito, saborearlo muy lento al tiempo que acariciaba el arco y empeine… yo solo tragaba en seco, ya no sé si de la emoción o el temor ante algo totalmente desconocido.

Nos sentamos en una banca y él me preguntó: “¿Puedo?” Al mismo tiempo subió sobre sus piernas mis pies comenzando a pasar su dedo, muy suave por cierto, por mi pie, empeine, el talón…con una delicadeza, con una veneración; yo solo observaba mientras él me hacía el comentario de que las personas que pasaban nunca podrían imaginarse como estaba de caliente. Sin poder evitarlo, mi mirada se dirigió al lugar donde podía comprobarlo. Se notaba perfectamente su pene erecto levantando el pantalón tal y como a mi mirada morbosa le gusta ¡Mmmm!

"¿Me permitirás adorar tus pies?" Preguntó clavando su mirada en mí. Tras pensarlo yo no le vi ningún problema, notaba hasta inocente el asunto y me confirmaba que yo era inmune a ese tipo de contacto. Le contesté que si y comenzamos a recorrer el camino que nos separaba de un hotel.

Al llegar, él se quitó la camisa, yo me quité el pantalón… no vi necesidad de más para lo que íbamos a hacer. Me senté a la orilla de la cama y pregunté que tenía que hacer yo. Me indico que solo me recostara, todo corría por su cuenta. Se hincó en el piso, tomó mis pies y comenzó a acariciarlos muy suavemente, con ternura; eso me relajó delicioso, cerré los ojos, pensando que como experiencia estaba bien pero aún no encontraba la conexión pies-libido.

En algún momento todo cambio. Comencé a sentir todo el influjo sexual que inyectaba a mis pies y sus manos se convirtieron en todo erotismo, sensualidad… una corriente me recorría subiendo hacia mi sexo, el cual fue despertando. Comencé a sentirme excitada, con deseos de más. Abrí mis piernas sin apenas darme cuenta. Ahora su mano acariciaba mis pies y subía por mis piernas. Primero las pantorrillas, rodillas, hasta aventurarse a medio muslo. Yo gemía y me retorcía, totalmente envuelta en el contacto de sus manos, con mi sexo mojado esparciendo su aroma en la habitación…

¿Él? Seguía en lo suyo con una meticulosidad que me tenía al borde de la desesperación. Ahora su mano acariciaba los muslos y si acaso, rozaba de una manera muy sutil mi rajita, así, sobre mi ropa interior. Ya no podía más, en verdad, lo necesitaba.

Parece ser que leyó mi mente. Su boca subió por mis piernas hasta llegar a mi cuevita caliente, pegar su nariz y olerla… noté como aspiro llenándose los pulmones con mi aroma de hembra caliente. Prácticamente me arrancó mi calzoncito y hundió su boca con ansiedad. Su lengua comenzó a lamerme al tiempo que sentía como me recorría una especie de corriente eléctrica.

Yo había leído la expresión: oleadas de placer… ¿Lo han escuchado? Pues bien, eso fue lo que experimenté: auténticas oleadas de placer… orgasmos encadenados… me venía una y otra y otra y otra vez…
Me tenía gritando mientras su lengua seguía tocando mi sexo. Cuando finalmente paró, levantó su cara mojada por mis jugos y una enorme sonrisa, mientras yo apenas podía verlo... mi mirada nublada, el cerebro embotado en medio de tanto placer. Tomo mis pies, apretó su verga con ellos y se vino mojándolos completamente embarrándolos todos para después pasarlos por su cuerpo dejando la huella de su placer… el rastro de sus jugos.